jueves, 5 de marzo de 2009



El arte romanico en España es tan solo una variedad regional del estilo arquitectónico, escultórico y pictórico de los siglos XI, XII y parte del XIII, desarrollado en Europa.
Es fruto de la combinación armónica de diversas influencias como la romana, prerrománica, bizantina, germánica, árabe, etc. Tradicionalmente se atribuyen una serie de características generales al estilo romanico: solidez de la construcción, gran anchura de muros para poder resistir las fuerza y tensiones de la estructura, uso del arco de medio punto y bóveda de medio cañón, escasez de vanos, tendencia a la horizontalidad frente a la verticalidad del gótico (aunque esto es bastante cuestionable). Lo más atrayente de este arte es sin duda la combinación de formas arquitectónicas de un gran equilibrio y elegancia, dada su sencillez, sentido de la simetría y el orden y la utilización de escultura de una extraña belleza, muy alejada de los cánones clásicos. Esta escultura es empleada para transmitir mensajes catequéticos y simbólicos a los feligreses que podían "leer" en la piedra las enseñanzas de las Sagradas Escrituras




EL DESTIERRO (fragmento)
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-Cronista:
De los sus ojos tan fuerte mientre llorando,
Tornaba la cabeza e estabalos catando;
Vio puertas abiertas e uzos sin cañados,
Alcandaras vazias sin pieles e sin mantos
Y sin falcones y sin adtores mudados.
Suspiro mio Çid, ca a mucho habia grandes cuidados,
Fablo mio Çid bien y tan mesurado:
-Cid:
Grado a Ti, Señor Padre, que estas en alto.
¡Esto me han vuelto mios enemigos malos!
-Cronista:
Alli piensan de aguijar, alli sueltan las riendas.
A la exida de Bivar hobieron la corneja diestra,
Y entrando a Burgos hobieron la siniestra.
Meçio mio Çid los hombros e engrameo la tiesta.
-Cid:
¡Albriçia, Albar Fañez, ca echados somos de tierra!
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Nota: se conserva un manuscrito copiado en 1307 atribuido a Per Abatt; consta de 3.730 versos.
Su autor: anónimo

Nacido en Vivar, era hijo de Diego Laínez, infanzón de Vivar. Se educó junto al infante Sancho de Castilla, quien le dio el cargo de alférez de la milicia real al ser nombrado rey bajo el título de Sancho II, y a las órdenes del cual se enfrentó a Sancho IV de Navarra. En virtud de su cargo, hizo jurar al rey Alfonso VI (1072, Santa Gadea) que no era responsable de la muerte de su hermano, Sancho II, lo que le provocó la enemistad con el monarca. Fue sustituido en su cargo por García Ordóñez, si bien el rey le compensó con un matrimonio con Jimena Díaz en 1074, bisnieta de Alfonso V. Acusado de deslealtad al rey, fue condenado al destierro en 1081 y rota su relación de vasallo de Alfonso VI. Se encaminó entonces con sus vasallos a Zaragoza, donde se puso a las órdenes del gobernante musulmán al-Muqtadir y, posteriormente, de su hijo al-Mu´tamin. Tras la batalla de Zalaca, en el que fueron vencidas las tropas de Alfonso VI, el rey nuevamente le puso a su servicio y encomendó varios dominios en 1086. En esta segunda etapa junto al monarcas castellano emprendió campañas guerreras por el levante peninsular, logrando hacer que los reyes musulmanes de Albarracín y Valencia pagasen tributo a Castilla y conquistando vastos territorios dominados por los almorávides. Nuevamente enfrentado a Alfonso VI, fue despojado de todos sus privilegios y hubo de salir al exilio. En esta ocasión se puso al servicio del rey musulmán de Valencia, logrando derrotar y apresar al conde de Barcelona Berenguer Ramòn II en 1090. En el punto álgido del poder almorávide en la Península, logró tomarles Valencia en 1094, ciudad que no recuperarán hasta algún tiempo después de su muerte, en el año 1102. La literatura y la historiografía posteriores se encargaron de utilizar su figura y engrandecer la leyenda, siendo citado en composiciones, poemas (Poema de Almería), cantares de gesta y crónicas (Najerense, Primera Crónica General, etc.). El momento culminante llega con la elaboración a cargo de un autor anónimo del "Cantar del Mío Cid", en el siglo XII o primeros años del XII. Desde entonces se produce su incorporación a la literatura castellana y la entronización del personaje como símbolo de caballero castellano-español, detentador de valores y virtudes de hondo calado político y elemento propagandístico de primer orden en el contexto de una España cristiana necesitada de héroes.